ALMO 24 de MARZO 2014.- En la segunda mitad de este año culmina la excelente gestión de la valiente abogada colombiana Catalina Botero Marino como "Relatora Especial para la Libertad de Expresión" de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que funciona en el ámbito de la OEA.
Ella supo enfrentar -desde la
verdad y el respeto recíproco- a los regímenes autoritarios de Venezuela y
Ecuador cuando ambos decidieran desembozadamente restringir severamente la
libertad de expresión e información en sus respectivos países. La actitud y el
coraje de Catalina Botero Marino dejaron al descubierto lo que estaba pasando y
la clara deriva autoritaria de la que esas restricciones formaban parte. Por
ello será recordada como defensora incorruptible de la libertad.
Precisamente por esa misma razón, la izquierda
regional ha puesto ahora -sincronizadamente- en marcha una estrategia para
evitar que eso se repita. Ella es simple. Consiste en presentar toda suerte de
candidatos para reemplazar a Catalina Botero Marino con personas con una visión
absolutamente distinta de la suya acerca de la libertad de expresión. Más
complaciente con la que, por ejemplo, tienen Nicolás Maduro y Rafael Correa,
quienes son obviamente partidarios de limitar -de muy distintas maneras- esas
libertades, según surge evidente de las duras realidades que, precisamente en
este capítulo de la libertad, viven sus respectivos países.
De esa manera procuran asegurarse que -en el
futuro inmediato, al menos- no habrá episodios notables de defensa de esas
libertades esenciales como aquellos que en su momento protagonizara Catalina
Botero Marino, al salir en su defensa como correspondía a su delicada misión.
Uno de los casos preocupantes es, por ejemplo,
el de uno de los candidatos argentinos para suceder a Catalina Botero Marino. Cuyos
antecedentes sugieren un sesgo político bien notorio en este tema, sesgo que
evidencia un compromiso diferente al de Catalina Botero Marino con las
libertades de expresión e información.
Se trata de un hombre con interesantes
antecedentes profesionales en el capítulo de la defensa de las libertades
esenciales. Hablamos de Damián Loreti. Con todo respeto, tenido como uno de los
ideólogos de la controvertida “Ley de Medios” que fuera impulsada por el
kirchnerismo en la República Argentina. Y, según algunos, uno de los artífices,
entonces, de su política general en materia de medios.
Actuó, por ejemplo, como uno de los “Amicus
curiae” ofrecidos por el kirchnerismo en la audiencia pública sobre la “Ley de
Medios” que en su momento fuera convocada por la Corte Suprema de la República
Argentina, el 28 de agosto de 2012. Participó, asimismo, en la redacción de la
demanda entablada para tratar de derogar la oportuna “Ley de Defensa de la
Libertad de Expresión de la Ciudad de Buenos Aires” del 2013, acción que,
recordemos, no resultó exitosa.
Sería preferible que los
candidatos a reemplazar a Catalina Botero Marino sean independientes e
imparciales, políticamente. No militantes. Su único compromiso -indispensable e
ineludible- debería ser con la libertad de expresión e información. Sin que
ataduras partidarias o ideológicas limiten esa condición absolutamente esencial
que la grave responsabilidad del cargo de “Relator Especial para la Libertad de
Expresión” requiere. Porque se trata de defender la libertad de prensa e
información, no de condicionarla.
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